Los incesantes ladridos de un perro causan conmoción en una pequeña comunidad, pero este hecho es tan solo la punta del iceberg.
Todo había ido bien hasta que aquella joven misteriosa se estableció en la casa de al lado. Nadie parecía conocer de dónde venía, ni a qué se dedicaba. El único dato que todos conocían, y padecían, era la presencia de Fido, un perro grandote que tenía aterrorizado a todos los peques de los alrededores y que, pese a las constantes quejas de los vecinos, su propietaria no hacía nada por remediar el acuciante problema…
Este párrafo ya podría ser suficiente para describir al argumento de esta historia. Pero imaginemos una costra que nos hemos hecho con un accidente y que sin pausa rascamos, sabiendo que al levantarla nos va a picar y doler aún más.
Pues algo parecido, perdónenme la comparación, sucede con El perro de la vecina, un cómic que demuestra que en un medio como el cómic, si uno lo desea y tiene el suficiente talento, no ha de narra una historia con grandes alardes gráficos. Lo importante es saber dónde queremos llegar, y saber transmitírselo perfectamente al lector que posa su atención en las viñetas, e ir levantando capas para darnos cuenta de lo que subyace bajo lo aparentemente obvio.
Y os aseguro que a Sébastien Lumineau, autor de este cómic, le sobra talento a la hora de presentarnos a unos personajes, esos dolientes vecinos que viven justo al lado de la atractiva Srta. Nowhere y tienen que soportar la presencia del incansable chucho.
Este matrimonio tiene un hijo pequeño, Matthieu, y aparentemente son la viva imagen de la perfección familiar. Pero parece que la rutina, la monotonía, los años de convivencia que cada vez pesan más, comienzan ya a arañar, resquebrajar, fracturar la relación entre ellos.
Convertido en portavoz de los quejumbrosos vecinos, el apocado padre de familia será el encargado de trasladar a la joven dueña del perro lo mal que lo están pasando todos, aunque desde el primer momento que el tímido hombre y Nowhere cruzan sus miradas algo sucede, el tiempo se detiene para é y a partir de ese momento ya nada será igual.
Lumineau, que publicó originalmente esta historia en dos partes dentro de fanzine Chez Jêrome Comix, nos ofrece un pastel envenenado, una sutil y escrutadora mirada a estos personajes en la que el observador (en este caso el lector) deberá ir sacando sus propias conclusiones de lo que está realmente ocurriendo a lo largo de los breves capítulos de la obra.
Una vez logres unir todas las piezas del puzle y lo mires con distancia te darás cuenta que estás ante algo más que las graciosas gamberradas de un perro. Mucho más.
Dicen que los mejores perfumes viene en frascos pequeños, y este cómic es la constatación de ello, ya que me ha sorprendido, golpeado en algunos momentos y, una vez disfrutado y releído, dejado la sensación de que se trata de una de esas pequeñas grandes obras que nos regala el Noveno Arte, en una edición que ratifica el buen gusto y mimo con el que en Fulgencio Pimentel tratan a sus publicaciones.
El perro de la vecina
Sébastien Lumineau
Tapa dura
Blanco y negro
120 págs.
20 euros
Fulgencio Pimentel